La primera vez que escuché mi propia voz grabada en un dispositivo electrónico me parecía algo mágico. Era un reproductor de casettes de Philips, que incorporaba un llamativo botón con un círculo naranja: el que daba acceso a la grabación. Poder coger una cinta virgen y dejar en ella materializada la voz, para niños como nosotros, resultaba enormemente llamativo.
Siempre me pareció curioso lo distinta que suena nuestra voz cuando hablamos, y lo diferente que es en realidad. No es extraño que los más pequeños sean los que muestran los rostros de más espanto al escuchar por primera vez su voz, casi sin reconocerse, como preguntándose: ¿quién es ese desconocido?
Mientras que la fotografía, o la escritura, muestra parte de nosotros mediante la imagen o el texto, la voz viene a ser como un punto intermedio entre ambos mundos: es personal, íntima, y misteriosa, sin mostrar lo evidente de la imagen, pero sí partes personales de nuestro interior. Muestra, sin mostrar.
Con el paso de los años la facilidad para grabar la voz mejoró, y la tecnología posibilitó que pudiésemos grabar sonido más fácilmente. Pero la auténtica revolución no llegaría hasta la aparición de la tecnología digital y, sobre todo, el mp3 con su capacidad de compresión de audio.
Por desgracia eso llegó algo tarde para mí, y cuando componía canciones y me llegaba la inspiración de alguna por la calle, tenía que ir repitiendo la música una y otra vez para mis adentros hasta conseguir quedarme con ella, y poder llegar a casa y grabar alguna estrofa. Así me pasé años.
Cierto que aparecieron las grabadoras de mano, con cintas pequeñas de casette, pero su durabilidad dejaba mucho que desear y, además, era necesario almacenar aquellas pequeñas cintas (¡y comprarlas!).
De manera que tener un medio digital de grabación en la mano era para mí algo muy valioso, y eso de no tener que ir a comprar cintas (¡ni cintas para limpieza de cabezales!) era toda una revolución. Y así llegamos a la Sony ICD-UX200.
Este modelo de Sony lleva acompañándome muchos años (¡casi diez!), formaba parte de la línea de grabadoras medias de Sony, y era uno de sus modelos más equilibrados. Aún hoy, sigue siendo una buena grabadora de audio, capaz de grabar en mp3 (las de gama baja y media actuales siguen grabando en WAV), de recargar la pila desde USB -una característica ya casi exótica y muy difícil de ver hoy-, de funcionar con una pila normal (tipo AAA) y, encima, de disponer de una entrada USB estándar, y no esos odiosos micro-USB que tanto se llevan en este tipo de dispositivos ahora.
En funcionalidad, es sorprendente que, a diferencia de otros aparatos electrónicos como los móviles y smartphones, las grabadoras no hayan avanzado mucho: capacidad de activación por voz, corte, modos ultrasensibles, eliminación de ruido, reproducción a diferentes velocidades... Todo eso ya lo tenía esta Sony ICD-UX200, incluyendo un display gráfico retroiluminado, una función que ahora siguen sin llevar las grabadoras más asequibles.
La construcción es muy robusta, y la disposición y diseño de sus botones, muy intuitiva. Como grabar en mp3 no produce "desgaste" por sí mismo (no hay engranajes ni piezas en movimiento, como en los antiguos casette), una buena grabadora de este tipo es muy longeva. Además, tampoco hay que preocuparse por sustitución de baterías: funciona a pilas, que pueden ser también recargables, por lo que obtenemos lo mejor de ambos mundos. Y podemos recargarla por enchufe, por USB, o directamente comprando una pila y colocándosela. De hecho, para esos menesteres Sony incluía en el pack de venta un útil estuche de plástico, con el fin de que el periodista, reportero o/y usuario, llevase una pila más de repuesto.
Pero tras años de buen servicio, hace unas semanas observé que me estaba empezando a dar problemas: al grabar, y al pausar, se producían molestos "chirridos" que aparecían en la pista de grabación (el archivo mp3). Como normalmente hay que estar continuamente pausando y reproduciendo, grabar un audio así se volvía impracticable.
Decidí ponerme en contacto con Sony España para comentarles el problema, y si habría posibilidad de actualizar su firmware, ya que de la grabadora en sí no quería deshacerme. Lo único que me respondieron en ambos casos fue con un correo estándar diciéndome que me buscara la vida y dándome a entender que mejor me compraba otra, o que fuera al SAT y dejara de darles "la paliza". Supongo que para ellos no compensaban este tipo de aparatos, y por eso decidieron actualizar a su línea actual, más -digámoslo así- "obsolescente", y, por supuesto, prefieren que compres sus walkmans de 3.000 euros. Harto de la poca atención, les respondí que al único SAT que acudiría sería a una tienda a adquirir otro modelo, pero que no fuera de Sony, porque tras esa experiencia no pensaba volver a esta marca.
Así que en esas estaba, cuando me di cuenta, tras buscar en infinidad de marcas, que estas grabadoras de audio siguen siendo enormemente caras. Comparativamente, una grabadora de este tipo llega a costar más que un smartphone, ¡y solo graba audio!
Una de las razones de esto (no todas, pero sí una) es que los componentes de una grabadora de audio tienen poco que ver con los de un smartphone. Los micrófonos buenos y de calidad siguen siendo muy caros, así que en solo un micrófono uno puede gastarse lo que cuesta un smartphone entero, y en ocasiones estas grabadoras llevan dos. De manera que estaba ya decidido por un modelo de menor calidad que la mía de Sony (a pesar de ser ésta más antigua) cuando, gracias a Olympus, caigo en la cuenta de un detalle que me había pasado totalmente desapercibido (y que por supuesto el técnico de Sony que me atendió ni se preocupó en mencionar): que se debe grabar siempre con el volumen apagado. Es cuando recuerdo que en la mía había dejado el volumen a tope. Como el pequeño altavoz (en un error de diseño que las nuevas ya evitan, y ponen el altavoz muy separado de los micros) esta situado en la parte trasera, un pitido de acople era captado por los micrófonos cuando los ponías en el modo ultrasensible -el modo que suelo tenerla siempre-. Apagando el altavoz, o bajando su volumen, esto se evitaba. Era de ahí de donde provenía el molesto ruido al grabar, y el aparato no tenía defecto alguno. Menos mal, como veis, que no les hice caso a Sony y no la envié al SAT.
Uno no entiende cómo el personal de Sony que atiende en el servicio de soporte no me supieran aclarar o, al menos, responder advirtiéndome de esta circunstancia, siendo algo tan sumamente básico. Tampoco se explica cómo en los manuales, Sony no menciona nada de eso, mientras que sus rivales de Olympus, por ejemplo, sí lo hacen.
Sea como fuere, me alegro de haberlo descubierto gracias a Olympus -que no a Sony, por cierto-, y haber conseguido por fin hacer que la grabadora vuelva a cumplir su función. Esperemos que sin darme más sustos, y con muchos más años de servicio por delante. Tal como están los precios, no hay mucha alternativa en el mercado entre una grabadora como esta de hace diez años, y una actual, de hecho tal como os dije, es bastante mejor una de las antiguas. Por eso me alegra, por cierto, que un producto que ya no se fabrica siga siendo tan útil y competitivo en el mercado, a la altura -y superando a veces- a las grabadoras actuales en su misma franja de precios.
| Redacción: CODE Intermedia | codeintermedia.com
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